Por supuesto, todos conocemos a Poncio Pilatos y su sórdido papel en la Pasión de Cristo. Sin embargo, se conoce muy poco del hombre además de su arbitraje en el juicio de Cristo.

Sabemos que fue un prefecto romano que gobernó Judea durante el reinado del emperador Tiberio (14-37 d. C.) pero, más allá de su presencia en los Evangelios, unas pocas y breves referencias de historiadores romanos y un puñado de monedas supuestamente acuñadas por el prefecto, hay muy pocas evidencias de que Pilato hubiera existido en realidad.

Así fue hasta el descubrimiento en 1961 de la “Piedra de Pilato”, una pieza de caliza tallada con el nombre de Poncio Pilato inscrito en ella. El arqueólogo italiano Antonio Frova y su equipo encontraron la Piedra de Pilatos en una excavación de un antiguo teatro romano en Cesarea, Israel, edificio construido por decreto del rey Herodes en torno al 10 a. C.

En UCatholic.com se explica que Pilatos tenía su base de operaciones en Cesarea, que reemplazó a Jerusalén como capital administrativa de Judea en el 6 d. C.

Aunque erosionada por el paso del tiempo, pueden distinguirse algunos fragmentos de la inscripción caliza. Por lo que los arqueólogos pueden leer, parece que es una piedra dedicatoria que dice:

Al divino Augusto Tiberio

…Poncio Pilatos

…prefecto de Judea

…le dedica esto

Este descubrimiento corrobora la posición de Pilatos como prefecto de Judea, además del tiempo en que estuvo en su cargo. UCatholic señala que hay varias otras fuentes seculares  que mencionan al prefecto, como los escritos de Flavio Josefo en Antigüedades judías en torno al año 94, de Filón de Alejandría en Embajada a Gayo, y de Publio Cornelio Tácito, uno de los historiadores romanos más conocidos.

Sin embargo, todas estas obras se escribieron muchas décadas después de que Pilatos abandonara su puesto de prefecto de Judea. La “Piedra de Pilatos” continúa siendo la única evidencia directa de Pilatos, quien, bastante literalmente, marcó en piedra su relevancia histórica.