Imagen relacionada1. La existencia de los ángeles ¿es una verdad de fe? ¿Quiénes son los ángeles?

La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe, es decir, revelada por Dios. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

San Agustín dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel» (Psal. 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque el mismo Jesucristo dice que contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos», son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra», explica en otro momento la Sagrada Escritura. 

Los ángeles fueron creados por Dios por una libre decisión de su voluntad divina, son seres inteligentes y libres. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. Catecismo de la Iglesia Católica, 328-330

2. ¿Cuál es su misión en la historia de la salvación de los hombres?

Desde la creación del mundo, encontramos a los ángeles anunciando de lejos o de cerca, la salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal, detienen la mano de Abraham, conducen el pueblo de Israel, anuncian nacimientos y vocaciones, o asisten a los profetas.

Especialmente están presentes desde la Encarnación del Hijo de Dios. Es el ángel Gabriel quien anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor, y a María la concepción por obra del espíritu Santo y el nacimiento de Jesús.

De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: “Gloria a Dios…”. Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía de Getsemaní, y son también los ángeles los que anuncian la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor: “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.” (Mt 13, 41-43). Catecismo de la Iglesia Católica, 332-333

3. ¿Todos los ángeles son buenos?

Detrás de la elección desobediente de Adán y Eva se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. «El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos» (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).

La Escritura habla de un pecado de estos ángeles. Esta «caída» consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses» (Gn 3,5). El diablo es «pecador desde el principio», «padre de la mentira» (Jn 8,44).

Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte.
Catecismo de la Iglesia Católica, 391-393

4. ¿Cuál es el poder del diablo?

El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28). Catecismo de la Iglesia Católica, 395

5. ¿Cómo ayudan los ángeles en la vida de la Iglesia? ¿Y a cada persona?

Toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles. En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces en rezo del “Hosana”; invoca su asistencia (Al Paraíso te lleven los ángeles…) de la liturgia de difuntos, o también en el «Himno querubínico» de la liturgia bizantina. Además, celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles, como San Miguel, San Gabriel, San Rafael y los ángeles custodios.

Desde su comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia de los ángeles y de su intercesión: «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 334-336