Resultado de imagen de caminar por el desiertoEstas 3 historias de superación las he escuchado durante estas últimas semanas y han sido suficientes para admirar a sus protagonistas por la valentía y ganas de salir adelante.  Además me he encontrado con algunos elementos comunes y que serían ideales para que nosotros, como católicos, los consideremos en nuestra vida:

Jeet salió de India, su país natal, hace un par de años y ahora trabaja cuidando autos en una concurrida calle de Quito como inmigrante. Algo que lo caracteriza siempre es su sonrisa y su amabilidad con los vecinos de la zona, quienes lo saludan y comparten comida con él.

Manuel salió con su esposa y sus dos niños pequeños de Venezuela el año pasado a buscar suerte en Ecuador. Ahora es conductor de un servicio de transporte y su esposa trabaja limpiando una casa. Él ha traído a su madre por unos meses para que se hiciera cargo de los niños, mientras puedan entrar a una guardería.

Gonzalo es un joven abogado que por ahora conduce un taxi y se siente afortunado de hacerlo, porque puede enviar dinero a su familia en Venezuela. Además corrió con mejor suerte que su mejor amigo, quien es odontólogo y vende caramelos en buses.

1. Valor al trabajo y humildad

Todos ellos han salido de sus países porque sus condiciones de vida no eran buenas y necesitan trabajar para salir adelante. Sin importar el título o el cargo que tenían antes, valoran mucho la actividad laboral que les sea ofrecida y entienden mejor que nadie lo que decía san Josemaría sobre el trabajo digno hecho por amor como un medio importantísimo de santificación.

2. Valor a la familia

El amor a sus familias es el motor principal que los mueve a buscar ser ese sustento, aunque eso implique el enorme esfuerzo de salir de su país a empezar una vida desde cero en otro lugar. Y quizás, un poco sin darse cuenta, ejemplifican las palabras del Papa Francisco acerca de las familias: «Por medio de ellas se concreta la capacidad de darse, el compromiso recíproco y la apertura generosa a los demás, así como el servicio a la sociedad» (Papa Francisco. Encuentro promovido por la Federación Europea de las Asociaciones Familiares Católicas, junio, 2017).

3. Gratitud y alegría

Casi siempre empecé estas conversaciones con la pregunta: ¿y cómo te ha tratado este país? Y todos han respondido ¡muy bien! Con alegría y demostrando su agradecimiento por la oportunidad de trabajar para ser el sostén de sus familias, además de vivir en un ambiente tranquilo que les permita desarrollarse mejor. Pero no solo lo dicen, lo expresan a través de sus sonrisas que irradian alegría.

Es hora de replantearnos la forma en la que nos referimos y tratamos a quienes por fuerza mayor han venido a nuestros países a buscar una mejor calidad de vida. Pero, sobre todo, seamos empáticos para reconocer su fortaleza y la actitud positiva con la que enfrentan las circunstancias en las que les ha tocado vivir. Recordemos que María y José fueron una familia inmigrante que recibió incluso humillaciones, pero que supo afrontar con humildad, confianza y alegría todas esas situaciones difíciles para cumplir con su misión de recibir con el mayor amor posible al Hijo de Dios.