Resultado de imagen de santiago apostolEn el corazón del verano celebramos la fiesta de Santiago, apóstol. Es probable que algunos de los que leéis esta carta hayáis hecho, o penséis hacer, el camino de Santiago. Para vosotros esta fiesta estará llena de resonancias especiales ligadas al camino

Pero creo que la clave más importante para entender a este seguidor de Jesús nos la ofrece la Palabra de hoy. En la primera lectura se alude a su decapitación por orden de Herodes. ¿La causa? ¡Haber llenado Jerusalén con las enseñanzas de Jesús! (esta es la opinión del sumo sacerdote) ¡Obedecer a Dios antes que a los hombres! (esta es la razón que ofrecen los mismos apóstoles). En cualquier caso, la muerte es consecuencia de haber arriesgado la vida por Jesús, de haber salido de casa para anunciar el evangelio. En este texto, Santiago y los demás aparecen como hombres audaces, «con mucho valor».

El fragmento de la segunda carta de Pablo a los corintios nos desvela que «una fuerza tan extraordinaria es de Dios». Santiago no es un superman, no tiene unas cualidades excepcionales, no ha pasado a la historia como un héroe. Él es simplemente una vasija de barro que ha sabido acoger el «tesoro» de la fuerza de Dios. Por eso, aunque lo aprieten por todos lados, no logran aplastarlo; aunque lo derriben, no lo rematan. Él lleva en el cuerpo la muerte de Jesús.

El evangelio tiene un vigor excepcional. Habla de Santiago sin nombrarlo expresamente. Aparece formando terna con su madre y con su hermano Juan. Es difícil saber si Juan y Santiago son dos tipos débiles que se refugian en su madre o si su madre es sólo la portavoz atrevida de sus deseos de poder. En cualquier caso, resulta chocante el contraste entre las expectativas de esta singular familia y la propuesta de Jesús. Los hermanos aspiran a formar parte del núcleo íntimo de Jesús. Y Jesús no rechaza este deseo. Lo que hace es cambiar la vía de acceso. Estarán muy cerca de él, pero no por la vía de los privilegios, del enchufe, sino por el hecho de compartir su suerte. En este sentido, la muerte de Santiago no es sino una participación en la muerte de Jesús. Por la puerta de la entrega de la propia vida, Santiago está sentado con Jesús en su Reino.

Valor, apertura a la gracia de Dios y entrega de la propia vida con los tres hitos de este singular «camino de Santiago» que nos propone la liturgia de hoy. No es preciso peregrinar a Roncesvalles o a la Plaza del Obradoiro. No hay que comprarse una mochila y unas botas de montaña. Este camino se puede recorrer en la sencillez de nuestra vida cotidiana. Sin salir de ella estamos llamados a superar la cobardía con la que a veces vivimos nuestra vocación cristiana. ¡No se hunde el mundo porque anunciemos a Jesús en aquellos ambientes en los que nadie quiere oír hablar de él! Esto no lo hacemos porque seamos mejores que los demás, porque podamos presentar un expediente de primera clase. Lo hacemos porque en la pobreza de nuestras vidas actúa la fuerza de Dios. Convencidos de esto podemos hacer de nuestra vida una entrega, una ruta de servicio. Quien sirve a fondo perdido está ensayando diariamente su muerte. Servir es empezar a morir. ¿O empezar a vivir?

Fuente: Mercaba