Las cifras son de miedo. En España, por ejemplo, cada año se producen 6.000 comas etílicos en menores de edad.

Ante esta situación, el Estado ha decidido tomar medidas y aprobar una ley que ayude a corregir esta situación tan deplorable.

La Comisión Mixta para el Estudio del Problema de las Drogas aprobó ayer (casi por unanimidad) el informe base para una nueva ley del alcohol. 

Cada vez son más los padres que se enfrentan a un problema doméstico nuevo: el de la ingesta de alcohol por parte del menor, que ya en la edad de 16 años como media ha tenido la experiencia de un consumo excesivo de bebida.

Ante un problema acuciante y antes de que se ponga en marcha la aprobación de la nueva ley y se note en la práctica social, ¿qué pueden hacer los padres?

1. Dar ejemplo. Un padre modelo es el mejor argumento para que el menor comprenda lo que es bueno hacer y lo que no.

2. Fuera el consumo de alcohol por las mañanas. Adiós al carajillo, que habitualmente es la mezcla de café con brandy, orujo, anís o ron. También adiós a comenzar el día con una cerveza.

3. Erradicar el elogio al alcohol desmesurado. No resulta nada pedagógico que los padres presuman de la primera vez que se emborracharon o de la gran ingesta de alcohol que tomaron en la última fiesta familiar o con amigos.

4. Enseñar a los chicos a administrar bien su dinero. Eso significa premiar su sentido del ahorro y su prudencia en el gasto. El alcohol cuesta dinero y los padres deben hacer lo posible por que los hijos no lo gasten en bebida. Mostrarles las prioridades familiares.

5. Hablar del problema del alcohol en casa. A raíz de las cifras que salen en los medios de comunicación, un padre no puede pensar que su hijo vive en un mundo aparte. Es chocante, dicen algunos facultativos que trabajan en Urgencias, ver que los padres “no sabían nada” acerca del problema de alcohol de sus hijos una vez que estos han sufrido un coma etílico. Hay que ser fuerte y tener conversaciones aunque sean difíciles.

6. No esperar a que ocurra una desgracia. Los padres han de saber en qué condiciones vuelven los hijos a casa si han ido de fiesta o han salido el fin de semana. El alcohol deja rastro evidente: olor en la piel y en las prendas, modo de expresarse del niño o adolescente, mirada, posibles vómitos, coordinación de movimientos…

7. Dejar de premiar socialmente el alcohol. No es positivo que los logros y las fiestas solo se distingan por la ingesta de alcohol. Hay que buscar otro modo de celebrar: música, palabras, comida que haga que el alcohol no vaya solo…

8. Castigar la imagen del macho alfa que se identifica con “resistir mucho”. En España los índices marcan que es frecuente en los adolescentes el consumo de cuatro copas en unas dos horas a modo de “competición”.

9. Premiar los comportamientos alejados del alcohol: el deporte, por ejemplo, ayuda a llevar una vida sana. La lectura y la participación activa en oenegés también son dos grandes opciones.

10. No dar por sentado que el alcohol forma parte de nuestra cultura. El vino (en su justa medida) forma parte de la dieta mediterránea, pero su abuso deteriora el organismo y es nocivo para la salud. Lo mismo ocurre con la cerveza.

11. Estar atento a los lugares de ocio que frecuentan los hijos y a los horarios. 

12. Saber con quién se relaciona nuestro hijo. Nos dará pistas sobre su posible relación con el alcohol y las drogas.

 

Fuente: Aleteia